Conozco a alguien que dice que no le interesa el cine español. Con las series, pasa más o menos lo mismo. El mundo audiovisual que tenemos más cerca es el que menos plasma lo que nos pasa, probablemente porque quieren huir de la realidad social que nos envuelve.
Hace unos meses, leí en algún sitio que Canal + iba a empezar a hacer producción propia de series y oí por primera vez su nombre: Crematorio. No me interesó demasiado, salía Pepe Sancho y trataba de intrigas y algo de acción, seguía sin interesarme, sobre todo por lo de Pepe Sancho, un actor que no me gusta.
Sin embargo, empezó a emitirse y empecé a leer multitud de opiniones favorables y decidí ver el primero de los ocho capítulos de los que se compone la primera temporada de la serie. La sensación fue impresionante. No sólo me quedé boquiabierto con la temática y el guión sino que quedé fascinado con la fotografía, la selección de planos y la realización. Me gustaba hasta la actuación de Pepe Sancho.
Hoy he visto el último capítulo de la primera temporada y mis sensaciones han mejorado. La serie no tiene miedo de nada. No cuenta cosas increíbles, ni siquiera necesita que el reparto sea excepcional (que no lo es), la historia funciona porque es creible, porque no es mentirosa ni traicionera, porque no da giros de 180 grados, sino que toma pequeñas curvas. Quizá la segunda temporada sea muy diferente, quizá sea peor, pero lo que ha conseguido Crematorio es que vuelva a respetar al cine español y vuelva a creer que es posible hacer series de 50 minutos de duración que funcionen cualitativamente y que no hace falta gritar en televisión para que se oiga.
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